La amistad es el cultivo de los sentimientos afectivos en los seres humanos, en su manifestación cumbre, operando con dinámica y aprehensivo calor psíquico, puestas en acelerada actividad las células motoras en completa labor sensitiva, traduciéndose en las expresiones de manso placer y los cómodos advenimientos del ánimo receptivo. Cuando hay amistad, funciona la ley de la atractividad. Es la semilla que sembrada rinde los frutos de sorprendente inmediación. Es el desprendimiento emotivo, hermana del amor, donde se entrega el todo permutado por la admiración, pues es aquí que ligada al desprendimiento, la espiritualidad, la acaricia, abonándola, buscando la fragancia que le es natural. Asentada y afincada en el templo de la exaltación de vez en cuando baja a desandar los senderos del mundo, temerosa de la lanza que porta furtivamente la traición infame. El amigo es el cincelador, tallador exquisito, amoroso y consuetudinario de la obra escultural que persigue reproducir su natural desnudez.
Es robustecida en ofrecimiento de dos nutrientes: la pasión y la comprensión, los amigos siempre practican la estimulación, aplicando las estrategias primarias que llevan al entendimiento. Estas cualidades ostentando el marco de la voluntad y la conducta intachable son el crédito para lograr el triunfo absoluto en la existencia. Ella es delicada y frágil, sustentada en efecto por la mística, que hace lo pequeño grande en establecimiento de la interacción creativa, en función de los finos filamentos, donde el respeto es soberano intachable. Cuando el respeto se pierde, la unidad se rompe, su especial cualidad sedosa, muere ante la irrupción extravagante de componentes extraños.
Debemos operar con celo y cuidado teniendo siempre en cuenta que detrás de la gratitud, puede presentarse en estado de soberbia la traición desbocada. Las altas cimas las han habitado sólo los grandes pensativos, escurridizos a todo contacto debilitante. El vulgo confunde la amistad con sensiblería, absurda confusión donde duerme felizmente el engaño. Dejándola anegada en la mitad del golfo de los posibles desatinos, ha sido llevada allí, por todos aquellos que profesamos el culto a la personalidad.