El fútbol debe ser como el matrimonio. Hay que estar juntos en las buenas y en las malas, pero desafortunadamente también pasa como en algunos casos de la relación de parejas. Hay situaciones reales donde el hombre se ha jodido por muchos años, pero el día que queda desempleado la mujer lo abandona y se va con otro.
Con nuestro fútbol ha ocurrido igual. Hemos pasado a una hexagonal donde no nos ha ido muy bien y mucha gente, que antes se vest÷ia con la camiseta roja, dejó de ponérsela porque dejaron de creer en el proyecto. Esas mismas personas son los que han desempolvado sus vestidos rojos para salir a las calles como lo hicieron hace poco por la excelente participación de Panamá en la Copa de Oro. Por fin, ¿estás o no estás con la "Marea Roja"? Muchos dirán: "yo siempre creí en los Dely"; "Nunca dije que a Cheché había que sacarlo"; "El Patón debió estar siempre en ese onceno", entre otros comentarios.
Un buen fanático de fútbol llora y sonríe de alegría cuando hay motivos, pero nunca abandona a su amor por una recaída. Ese fanático (a) nunca pierde la esperanza de que las cosas se pueden arreglar y se puede salir adelante. Esa fe es la que debe robustecerse con el pasar del tiempo, sobre todo ahora que nos preparamos para enfrentar en eliminatorias a Guatemala.
Creer es un verbo que debemos conjugar todos los que amamos el fútbol. No hay que repasarlo cuando hay momentos de gloria. La copa amarga también se bebé en los momentos donde los guerreros dan su vida en la cancha. Hay que morir con la selección y no abandonar lo que uno siempre amó, que se llama fútbol.
El balón debe ser ese anillo que se usa como símbolo de una unión que perdura para toda la vida. Divorciarse del deporte es una señal de fracaso y de desánimo que no debe pasar por la mente de un verdadero futbolista, ya sea practicante o no. Creamos en esa poesía que se escribe sobre un césped.