Sólo quien ha perdido un hijo puede comprender el dolor que hoy viven las familias de los más de 80 niños que murieron "asados vivos" en Kumbakonam, India.
Sin embargo, es posible que nadie sepa que es lo que pudo haber estado pasando por la mente de algunos de los maestros y autoridades de la escuela privada de Krishna, cuando en vez de ordenarles a los niños que evacuaran sus aulas durante un devastador incendio, los encerraron en los salones que se convirtieron en sus tumbas.
La tragedia del incendio en la escuela Krishna es un caso extremo de lo que la negligencia puede causar.
En Panamá, las vidas de niños también se pierden en las calles; no sólo físicamente, sino intelectual y moralmente, a causa de los vicios y la violencia pandillera.
Esto, en gran medida, es producto de la negligencia de algunos padres y los educadores.
En la actualidad, el gobierno está hablando de "mano dura" contra los menores de edad y de meter niños a la cárcel por 20 años. Todo esto medidas extremas para tratar de enmendar ya muy tarde lo que nosotros como padres, maestros y sociedad no nos atrevimos, no supimos, o nos dio mucha pereza de afrontar mientras veíamos que nuestros niños perdían el camino.
Hay que aplicar mano dura, sí; pero más que nada en sectores como el sistema educativo, para crear jóvenes productivos en lo profesional y en lo moral.
Otro buen lugar para que esa mano apriete sería en la creación de oportunidades de empleo para esos miles de jóvenes que -en vísperas de cumplir la mayoría de edad- salen de las escuelas técnicas y universidades para encontrarse con el frustrante mundo del desempleo.