Los panameños estamos curados de espanto en cuanto a escándalos en el seno del Organo Legislativo, de modo que cualquier denuncia al respecto, para que tenga buen raiting como se dice en el mundo de la farándula, tendría que superar el récord alcanzado por el parlamentario tableño Tito Afú con el sonado caso de Panamá Port Company (PCC), que dicho sea de paso, no dejó a ninguno de sus protagonistas detrás de los barrotes, como debiera ocurrir.
¿Sería por ese motivo que la legisladora darienita Haydeé Milanés de Lay, sorprendida haciendo lo que es costumbre entre sus colegas antes de las elecciones, amenazó con destapar otro affair de proporciones insospechables?
¿Por qué, la legisladora Milanés de Lay, no exhibe a la luz pública lo que ocurrido dentro de la asamblea, que a su juicio podría significar un escándalo gigantesco? ¿Se olvida que quien calla, otorga? ¿Por qué la justicia no la llama para que diga con nombres propios a qué se refiere? ¿qué relación puede existir entre el caso de un asesor del parlamento separado del cargo por supuesto lavado de dinero y las amenazas de Milanés?
Poco a poco, el Organo Legislativo no caído en descrédito y está ayuno de la confianza de la comunidad, a consecuencia de sus actuaciones. La función sagrada, otrora, de crear leyes que normen la vida política del país, se ha convertido en un abrir y cerrar de ojos, en una forma de enriquecimiento, vida muelle y acumulación de riquezas para cuando termine el período de gobierno.
Los grandes y jugosos "negocios" derivados de la aprobación de leyes, contrataciones y presupuestos millonarios han comenzado a hacer crisis ante una prensa cada vez más auscultadora y minuciosa de lo que ocurre a lo interno del Palacio Justo Arosemena. Lo más triste y decepcionante es que, un alto personero del gobierno, con el rango de legislador, haga ese tipo de especulaciones y amenazas de manera alegre y arbitraria, mientras la justicia, también sumida en el desprestigio y la desconfianza, actúa de manera ciega, sorda y muda.
¡No hay por dónde!