Y en verdad hay muchos ejemplos de eso. Lo sucedido con el envenenamiento con medicamentos de la Caja de Seguro Social, por no verificar la materia prima suministrada por los proveedores; la falta de operativos para detectar productos sin los respectivos registros sanitarios y el permitir el ingreso de autobuses sin puertas de emergencias para evitar tragedias como las sucedidas el 23 de octubre del año pasado, son algunos ejemplos de las fallas en la gestión del Estado.
Para mantener la institucionalidad en el país no sólo se requiere de una democracia efectiva, sino de entidades que funcionen de manera eficiente y que posean credibilidad.
La institucionalidad se logra con reglas del juego claras y que se apliquen a todos, no de manera selectiva.
Hace falta la colaboración de la sociedad en general para garantizar la institucionalidad y lo dejar toda la tarea al Gobierno. Quizás los aspectos que más llaman la atención al momento de mantener la institucionalidad, son los que tengan que ver con los aspectos económicos que pueda sufrir un país y su población, ya que el mal manejo de cualquier reforma mal presentada puede originar explosiones sociales. Las reformas al sistema de seguridad social fue un ejemplo de ello. Tal vez es cierto que las modificaciones a la Caja no fueron tan profundas como requería la crisis, pero había que enfrentar la realidad del peligro de un levantamiento popular que afectaría la institucionalidad del país entero.