El Estado panameño debe buscar de una vez por todas alternativas para enfrentar la constante alza en los precios del combustible. La decisión de reducir temporalmente el impuesto que se cobra por cada galón de gasolina y diesel, no resuelve la situación.
Ya es hora que se explore la posibilidad de introducir nuevas fuentes para poner andar el motor productivo del país. Ya se experimenta con el gas licuado que tiene un costo de 70 centésimos menos por galón y rinde 50% más por kilometraje.
Desde hace año, también se viene planteando la posibilidad de utilizar etanol, que sería producido por los ingenios azucareros, los cuales tendrían que adecuar sus instalaciones para establecer las destilerías de alcohol carburante.
Esta opción reduciría la fuga de divisas por compra de petróleo que cada año superar los B/.400 millones. Ya en Brasil cerca de 5 millones de autos funcionan a base de etanol y en Colombia se le está agregando dicho carburante al combustible, buscando reducir costos y las emisiones de monóxido de carbono.
Pero mientras se maduran esas opciones, el Estado debe hacer algo para que en la promovida apertura del mercado de combustible exista una competencia de verdad y se eviten los oligopolios de hecho, donde la competencia es una fachada.
Por ejemplo resulta incomprensible que en la ciudad de Colón, en cuyo territorio se ubica el centro de distribución de Bahía Las Minas, el galón de diesel y gasolina cueste 20 centésimos más que en la capital.
Mientras se mantengan esas situaciones, en el país se continuarán dando protestas de los transportistas y frente a esa eventualidad, el gobierno debe pasar del diálogo a la acción.