En el tribunal de la opinión pública, Mark McGwire ya es culpable.
Para muchos aficionados, cada una de sus declaraciones de que ``no estoy aquí para hablar del pasado'' borró una docena o más de jonrones, como si los momentos más importantes de su carrera desfilasen por la mente de los que le escuchaban en sentido inverso.
McGwire se ha convertido en el Öcaro del béisbol: Voló demasiado alto y muchos han llegado a la conclusión de que el impulso que recibieron sus alas deportivas provenía de los esteroides. Cuatro años después de haberse retirado del béisbol, la presión de la comisión del congreso que lo interrogó parece haber aplastado su imagen.