�Cirilo Martínez, a medio emborrachar, era una bestia peligrosa... Flaco y alto, tenía la fuerza sorprendente de ciertos individuos correosos...... Cirilo... fue al frente, a pesar de sus 43 años, como teniente de reserva...
�Al hallarse por primera vez en su vida con alguien a quien mandar, la aviesa crueldad reprimida afloró potente, aun en ausencia del estímulo alcohólico... El frente se ensanchaba. No había tiempo de descansar... �Sus estaban vacías...
�Al tercer día de vagar... viéndose a cada instante obligados a torcer el rumbo, los hombres sedientos tienen gestos desatentados de loco... El sol pica inmisericorde.
�... Por fin dan con... un hilo de agua... Avanzan todo lo de prisa que les dan las fuerzas, jadeando... Cirilo quiso adelantarse. Cleto, el asistente, se aproximó al agua trastabillando; sacó del bolsillo su vaso... lo llenó como pudo; lo llevó al teniente.
�-Aquí tenés, mi teniente. Un vaso solo y despacio. No hay que beber mucho. Cirilo le arrebató el vaso y marchó a tropezones hacia la charca. Bebió un vaso del lodoso líquido; luego otro, y otro. Los hombres, temblorosos, paladeaban con superstición el agua, mojándose las sienes. Se acercaron a Cirilo; quisieron tomarle de los brazos.
�-Hay que beber de a poquito.
�Cirilo sacó el revólver.
�-Déjenme, añamemby...
�Siguió bebiendo. Cuatro, cinco, seis vasos. Uno más. Por fin, saciado, quiso incorporarse. Perdido el resuello, cayó de bruces sobre la tierra, jadeando penosamente. Gimió. Se llevó las manos al pecho. Los hombres se miraban; miraban al postrado Cirilo, que se retorcía apretando los dientes mientras un hilo de saliva se escapaba en largo chirrido de entre los labios... Lo dejaron boca arriba en el suelo...
�Se echaron por tierra; dormitaron... un rato. Cuando despertaron, Cirilo acababa de morir...
�-Demasiada agua. Lo mató -dijo el cabo.
Así narra la escritora hispano-paraguaya Josefina Plá en su cuento titulado �Cuídate del agua�, lo que sucede cuando una persona con una sed insaciable, a fin de mitigarla, bebe demasiada agua. Gracias a Dios, lo que sacia nuestra sed espiritual no es la cantidad, sino la calidad del agua que bebemos. Pidámosle a Dios hoy mismo que sacie nuestra sed con esa agua que da vida.