Hay muchas barreras que impiden a los seres humanos entablar una comunicación adecuada y un encuentro más profundo con sus semejantes. Una de estas barreras es no querer o no saber escuchar.
Dice la Palabra de Dios que nuestra Madre, María Santísima, escuchaba la voz de su Señor y guardaba todas las cosas en su corazón. ¡Qué pocas personas en verdad se atreven a guardar silencio y paz y en su corazón! La persona que aprende a escuchar medita y profundiza lo que Dios le dice, crece en su interior, se convierte en un gigante en conocimientos y es la que puede llegar a ser sabia. Los discípulos de Jesús llegaron a ser grandes maestros y predicadores, porque primero fueron seguidores de Cristo y lo supieron escuchar.
El que escucha en el diálogo a su prójimo, sea su hermano, su esposo o esposa, sus hijas o sus amigos, se hace más humano.
Una cosa es oír y otra muy distinta es escuchar. El que escucha de verdad en alguna forma está amando, colocando al otro en el sitial que le corresponde como ser humano e hijo de Dios. Escuchar no significa tener que estar siempre de acuerdo con la otra persona, pero sí aceptarla en sus diferentes manifestaciones. Así, el otro se siente acogido, querido e importante y se realiza un pequeño, pero gran milagro de amor, un renacimiento interior.
Algunas de las barreras que no permiten escuchar e impiden la comunicación son:
No querer comprometerse: Es mucho más cómodo vivir solo, tranquilo y sin preocupaciones.
Tener otros intereses: Hay personas que valoran su finca, su negocio, su dinero, su ropa y muchas otras cosas materiales más que a las personas.
Falta de paciencia: A muchas personas les falta paciencia y control emocional para escuchar.
Falta de comprensión. Es necesario comprender que la otra persona es un ser humano
Por eso, le retamos a que intente aprender el buen y saludable hábito de escuchar. Escuche a Dios y también a usted mismo, pues sus ideas y pensamientos más profundos son importantes. No se minusvalore. Anote sus ideas más luminosas y haga un diario.
Dios lo escucha siempre. El es su mejor amigo y lo comprende. El Señor tiene todo el tiempo que usted necesita y siempre está disponible para atenderlo. Tenga plena confianza en Dios, acérquese más al señor orando mucho, expóngale todo con sus propias palabras. Háblele con amor y fe y El lo escuchará y Con El, usted será... ¡Invencible!