La Cuaresma es un tiempo de gracia, de conversión, pero principalmente de misericordia y reconciliación. Es un tiempo donde el Señor nos invita a parar, a mirar nuestra vida, a darnos cuenta dónde estamos, cómo estamos viviendo nuestra vida, a ver los valores que estamos siguiendo, sobre qué estamos fundamentando nuestra vida.
Es un tiempo para poner la mano en el corazón y delante de Dios ver cómo estamos y de ahí tomar la resolución que deba tomar.
Al comienzo de este tiempo de sinceridad y autenticidad con nosotros mismos, donde buscamos mirar nuestra vida a la luz de la misericordia del Señor, la liturgia nos propone el pasaje del inicio del ministerio público de Jesús, cuando allí Él nos exhorta y nos interpela diciendo: "Conviértanse y crean en la Buena Nueva". Esto más que una exhortación es un programa de vida, algo que debemos hacer continuamente.
En este tiempo de Cuaresma, donde estamos preparándonos para la Pascua, el "conviértanse", que Jesús nos pide es algo que nos debe alentar a retomar el camino del Señor, a mirar nuestra vida y volver, cambiar de rumbo, abandonar aquello que nos separa de Él, darle otro sentido a nuestra vida, ser capaz de recomenzar. La invitación del Señor es para que dejemos la muerte que nos trae el pecado y tener la vida que Él nos da y nos la da con amor, misericordia y perdón.
Durante estos días de cuaresma, hagamos vida la invitación de Jesús: "Conviértanse y crean en la Buena Nueva", es una invitación a vivir la vida de Jesús, a recomenzar, a volver a nacer.
Tomado del Subsidio de Cuaresma de la Sociedad de San Pablo
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