La liturgia nos presenta hoy un largo y significativo relato del Evangelio de San Juan. El tema central es el agua; para la samaritana se trata únicamente de algo físico que calma temporalmente una necesidad, pero Jesús está hablando de algo más trascendente: un agua que calma para siempre la sed.
No se refiere a la sed en la que piensa la mujer, sino más bien la del conocimiento de Dios. El agua que Jesús puede ofrecer es su Palabra que llena toda necesidad y se convierte en fuente de salvación para todo el que la oye y la pone en práctica. La Samaritana comprendió el mensaje, "la palabra", de Jesús y se convirtió.
Jesús se presenta como aquel que rompe esquemas: habla con una mujer, y además extranjera y perteneciente a un pueblo que se considera enemigo, cosa que no podía hacer un judío. Él transforma el corazón de quien lo oye; por eso la mujer se hace anunciadora de la Buena Nueva y conduce a muchos a la fe en Cristo. Enseña además sobre la verdadera adoración al Padre, ya no en templos de piedra, sino desde el corazón de cada creyente: "en espíritu y en verdad"; el Espíritu representa el nacimiento del nuevo culto y de la nueva Iglesia, que es el nuevo Pueblo de Dios.
Revista Vida Pastoral - Sociedad de San Pablo
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