Todos los años la gente se queja por el costo del pescado en tiempo de Cuaresma. ¿Acaso no entienden que para esta época es cuando más difícil se pone la pesca, por los fuertes vientos, el calentamiento de las aguas hace que los peces se trasladen a mayores profundidades. Cuantas veces hemos llegado sin nada al puerto, sólo gastos y cansancio, se han preguntado eso? Comentan algunos pescadores de piel curtida en Chitré.
Para que tengan una idea de cómo es la vida de los pescadores de El Agallito en Chitré, y de la Boca de Parita en Monagrillo, analicen lo que dijo el escritor nacional oriundo de Chiriquí, Dimas Lidio Pitty para la obra del poeta Sergio Pérez Saavedra. "Al ritmo de las mareas (y otros relatos de pescadores)".
El pescador chitreano cada día, a cada hora, lucha no simplemente para sobrevivir, sino para hacerse un lugar en el mundo, para afirmar su presencia en la tierra y en el mar, en la soledad y en el convivio, en el desencanto y en la esperanza. Porque no otra cosa es lo que hacen esos pescadores y campesinos, esas mujeres, esos ancianos y esos chicos unidos a la vida tanto por la recia urdimbre de los hechos cotidianos cuanto por el hilo tenue de los ensueños.
Estos hombres, dice el poeta Sergio Pérez Saavedra, exploran los vericuetos de costas y manglares, los cauces de los ríos La Villa, Parita y Santa María; se les escucha relatos de las fatigas y memorias de viejos pescadores, naufragios de naves de cabotaje, los dramas y la muerte en la vastedad marina.
Esos son los personajes que vemos a diario en los playones de los carcomidos puertos de El Agallito y Boca de Parita, de botes a la deriva, de la aridez quemante de las albinas, de humildes casas de quincha; resignados al trabajo, a la penuria, a los reveses, a la fugacidad de las pequeñas alegrías y los golpes de la suerte.
Todas las madrugadas, no importa cómo esté el tiempo, estos pescadores bajan en sus botes por el río Parita a pescar en el golfo, a capturar camarones y carnadas para ponerlas en el anzuelo oteando el horizonte en busca de una buena pesca.
Si los peces no pican, regresarán cansados, sin ilusión, con la esperanza destrozada, y sin poderle pagar al chino de la tienda; y los zapatos, ropa y útiles escolares que habían apartado en el almacén del pueblo para los hijos que irán a la escuela, no los podrán pagar, porque los atunes, meros, róbalos y cominates no mordieron sus anzuelos; tampoco cayeron en sus redes.
Si en estos tiempos de "Cuaresma", usted encuentra el precio del pescado muy "alto", no ofenda a estos hombres de mar; mejor convérselo con los revendedores, que ellos no convivieron con aves y animales marinos en noches de tormenta ni hablaron con las estrellas para encontrar el cardumen.
En conclusión son hombres que trabajan bajo el sol buscando el sustento.