En estos días de fiesta y jolgorio en que la euforia se mezcla con el alcohol y la emoción, es menester recordar a los ciudadanos que todo tiene un límite y se debe anteponer la responsabilidad social en todo momento.
Hay que divertirse, como Dios manda, pero sin perder el sentido de civismo que involucra el respeto a las leyes y a las normas de buena conducta social, sin transgredir los límites entre el derecho individual y el derecho colectivo.
Debemos recordar que los carnavales panameños, ya no son fiestas del patio, como antaño, ahora se han convertido en un producto de importación que atrae miles de turistas de los cinco continentes y la atención de las principales cadenas noticiosas y agencias internacionales.
En este sentido, las autoridades policiales, municipales y la Junta del Carnaval, también deben cumplir con sus papeles de garantes de ofrecer una buena organización y brindar la protección adecuada a los participantes de estos tradicionales festejos.
Para los viajeros que se embarcaron hacia las diferentes ciudades del interior del país recuerden que existen reglas de tránsito y decretos locales en cada comunidad que deben ser cumplidos por todos.
A los conductores, lo recomendable es que no se dejen llevar por la euforia de las fiestas carnestolendas y recuerden que en casa los esperan de vuelta.
No se debe pretender hacer la mezcla explosiva de licor con timón. Tampoco hay que exceder los límites de velocidad. ¿Cuál es el apuro?. Son muchos días de jolgorio y más vale demorar algo que no llegar nunca.
!Que estos días de alegría y jolgorio sean recordado como momentos memorable y no se torne en una mueca de dolor por la negligencia o la irresponsabilidad!.