Todos los años en diciembre, salen alcaldes y hasta ministros de Salud hablando mal de las bombitas y de los fuegos artificiales. Las televisoras que abonan la doble moral que nos estigmatiza, nos imponen escenas con niños adoloridos con graves quemaduras y no hay incendio prefabricado por los delincuentes gubernamentales que las estrellitas no hayan tenido la culpa.
Al barrio chino acuden autoridades con perros amaestrados que muestran filosos dientes a los macacos que como quién mira llover, después de la tormenta surten sus inventarios.
Pero estos irresponsables sin órbita ni gravedad, que se han distinguido en todos los gobiernos pero con más preponderancia en este, nunca dicen la cantidad de intoxicados con los arroces con pollo cogidos en salmonella?, o con el puerco manido, ni por las comidas, chichas contaminadas y el guaro que venden en calles y veredas! Peor que las bombitas, son los "sanitarios" (focos infectos), de cientos de restaurantes a lo largo y angosto del país, sobre todo en las fondas de chinos y dominicanos y todo esto ocurre bajo la mirada perdida del ministerio acostumbrado a colonias de ratas y cucarachas en laboratorios y hospitales.
Si usted no se enferma al realizar como ejercicio la revisión de una docena de orinaderos de restaurantes, le regalo uno de los cinco galones de saril, que tengo para estos tiempos navideños. �Se lo apuesto! Y, esa calamidad no es solamente en la capital, si le queda estómago viaje al interior para que vea los riesgos sanitarios con la insalubridad reinante.
Peor que las bombitas son los fuegos artificiales durante todo el año, ahora más, que los delincuentes se mandan mensajes de éxito o fracaso de barrio a barrio con el estruendo de fuegos artificiales a cualquier hora. Las primeras ráfagas corresponden al número de zapatillas guindadas en los cables eléctricos (con eso se sabe: capo, barriada y calle). Para el otro año, déjense de vainas publicitándose con las bombitas y prevengamos las intoxicaciones y difuntos por las comidas en mal estado y el alcohol, cuyo número de víctimas supera a los traviesos quemados con bombitas.
