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�Qué tremendo!

Por: Hermano Pablo | Reverendo

"Llegaban. Desde lejos Martín miró el Caserón con su Mirador allá arriba, resto fantasmal de un mundo que ya no existía. Entraron, atravesando el jardín, y bordearon la casa.... Subieron por la escalera de caracol y nuevamente volvió Martín a experimentar el hechizo de aquella terraza en la noche de verano. Todo podía suceder en aquella atmósfera que parecía colocada fuera del tiempo y del espacio.

Entraron al Mirador y Alejandra dijo: "Sentate en la cama. Ya sabés que acá las sillas son peligrosas.

"Mientras Martín se sentaba, ella arrojó su cartera y puso a calentar agua. Luego colocó un disco: los sones dramáticos del bandoneón empezaron a configurar una sombría melodía. "Oí qué letra:

Yo quiero morir contigo,

sin confesión y sin Dios,

crucificado en mi pena,

como abrazado a un rencor.

Después que tomaron el café salieron a la terraza y se acodaron sobre la balaustrada.... La noche era profunda y cálida.

"Bruno siempre dice que, por desgracia, la vida la hacemos en borrador. Un escritor puede rehacer algo imperfecto o tirarlo a la basura. La vida, no: lo que se ha vivido no hay forma de arreglarlo, ni de limpiarlo, ni de tirarlo. �Te das cuenta qué tremendo?"

En esta primera parte de su novela Sobre héroes y tumbas titulada "El dragón y la princesa", el escritor argentino Ernesto Sábato se vale de su personaje Alejandra para llevarnos a una profunda reflexión sobre la vida humana. Bruno, amigo de Alejandra, tiene razón... en parte. A diferencia de los escritores, que tienen la opción de rehacer lo que no les ha salido bien como si lo hubieran hecho perfectamente desde el principio sin haberse equivocado en momento alguno, nosotros no podemos darnos ese lujo. Tenemos que tragarnos nuestras imperfecciones, ya que la vida no la podemos volver a vivir.

Pero �qué de nuestra vida futura? �Acaso no hay forma de mejorar lo que nos falta por vivir? Claro que sí. Con la ayuda de Dios, todos tenemos la opción de cambiar los patrones de conducta que han malogrado nuestra vida. Cuando dejamos que Cristo nos cambie de ese modo, llegamos a ser lo que el apóstol Pablo llama "una nueva creación".



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