sábado 2 de agosto de 2008

 

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EDITORIAL
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Espionaje

De los proyectos en materia de seguridad que se presta a aprobar el gobierno perredista a través de decretos-leyes, el que mayor preocupación ha levantado ha sido el que crea el Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad Pública.

Si bien es cierto que Panamá como todo país debe estar preparado para enfrentar al crimen organizado, el terrorismo y otras amenazas, el asunto es que ese tipo de aparato de espionaje, casi siempre se desvía en su camino y es utilizado por los que ostentan el poder para "pinchar" al adversario político.

Ningún panameño se opone a que se haga labor de inteligencia para prevenir y reprimir el narcotráfico, a los terroristas, secuestradores, asesinos y otros delincuentes peligrosos, pero el temor lógico de los panameños es que se degenere en las viejas actividades del G-2 de la Guardia Nacional y de las Fuerzas de Defensa, que estaba más preocupado por los asuntos privados y de política de los panameños, que en las actividades criminales.

El que olvida está condenado a repetir los errores del pasado. Eso lo entienden varios sectores del país que ya han comenzado a movilizarse en contra del ultrasecreto Servicio Nacional de Inteligencia.

Si bien es cierto que ahora las intercepciones deberán ser autorizadas por la Corte Suprema de Justicia, nada impide que los aparatos de escuchas se utilicen para labores de espionaje no aprobadas por el máximo tribunal de justicia. Hay pruebas suficientes. Durante el gobierno perredista de 1994-1999 circularon grabaciones telefónicas de un propio magistrado que era sometido a un juicio en la Asamblea Legislativa.

El decreto ley en cuestión debe contemplar sanciones severas para el funcionario de ese cuerpo de espionaje que desarrolle actividades de escuchas telefónicas de políticos y particulares que no estén involucrados en hechos delictivos, de lo contrario ningún panameño podrá confiar ya de la privacidad de sus comunicaciones.

El gobierno debe hacer un alto en esta materia y consultar adecuadamente a los gremios y representantes de la llamada sociedad civil. Los panameños no debemos permitir la nefasta experiencia del G-2, sobre todo porque algunos de los que hoy promueven ese nuevo Sistema Nacional de Inteligencia, fueron miembros de la instituci�n que permitió que el espionaje incursionara en la vida privada de los ciudadanos.

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No al militarismo

Sin embargo, reniego de lo panameño

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