Este quinto domingo de pascua desea subrayar nuestra unión con Cristo Jesús, muerto y resucitado por nosotros, y la necesidad de producir frutos en las buenas obras. Relación que se hace a través del amor, sólo el amor nos hace vid verdadera. Que este tiempo de Pascua sea, sin duda, un buen momento para empaparnos de la entrega, el empuje y el entusiasmo de aquella primera generación de cristianos. Que la experiencia profunda de la unión con Jesús, de pertenecerle, de participar de su vida, que fue lo que hizo posible el nacimiento de aquella primera comunidad de creyentes, capaces de tener toda su existencia transformada según Jesús, sea también hoy nuestro objetivo: pertenecerle plenamente a Jesús.
QUIEN PERMANECE EN JESUS DA MUCHO FRUTO
El relato de Juan nos presenta el pasaje de la vid verdadera. Jesús es la Vid, Dios el viñador y cada uno de nosotros es un sarmiento. Todo sarmiento que no da fruto es cortado y echado al fuego, mientras que el que da fruto es cuidado, podado y abonado.
La invitación de Jesús es a permanecer en �l para dar fruto abundante. La parábola de la vid y los sarmientos nos confirma que sólo podremos dar frutos de caridad, si permanecemos unidos a la vid verdadera, Cristo el Señor.
La unión y la comunión de todo creyente con Jesús es indispensable para poder dar fruto. Esta asociación o permanencia con �l tiene lugar a través de su amor y es fuente de la plenitud de su alegría. Quien quiera permanecer en Dios, tiene que escuchar su palabra, guardarla en su corazón y ponerla en práctica en su diario vivir. Sólo así, se logra llegar a la perfecta unión con el Padre que es viñador y que estará pendiente de cada sarmiento y con Jesús que es la vid a la cual todo cristiano está unido y su permanencia ahí, hace que de fruto y fruto en abundancia.
"Sin temor abre tu puerta a Cristo Salvador"