Hay momentos difíciles en la vida de toda persona, donde más se requiere de una voz amiga y de alguien que te apoye para superar las dificultades imprevistas que llegan sin que nadie las llame, pero que muchas veces causan gran dolor.
La pérdida de un familiar o un ser querido que viaja hacia el más allá es uno de las mayores tristeza que puede sufrir un ser humano.
Es doloroso el sufrimiento de la esposa que observa como se consume en su lecho de enfermo el hombre con el que compartió toda una vida. Igual sucede con el llanto de los hijos que ven como el hombre que hizo todos los esfuerzos para brindarle una educación y convertirlos en hombres de bien, se les va poco a poco.
Igual ocurre con ese hombre que aún en su lecho de enfermo es consciente que está llegando al final de su vida. Por más que se alegue, nadie está preparado para morir ni para recibir un golpe tan severo como la muerte de alguien cercano.
Al momento de la muerte pedimos resignación a los parientes. Es una palabra que a veces es fácil pronunciar y en otras ocasiones nos produce un nudo en la garganta, pero la verdad es que para los parientes que sobreviven, es algo duro de asimilar.
Quizás el tiempo sane las heridas y el sufrimiento, pero las cosas ya no serán iguales a partir de la despedida de ese ser querido. Habrá un ambiente de melancolía y los recuerdos te vendrán constantemente, porque aunque alguien muera, siempre quedan grabadas las buenas obras que esa persona dejó y por eso hay seres que son inolvidables.
Por eso frente a esos eventos que nadie espera, vale como nunca la amistad para hacerles saber a los que sufren, que tienen alguien que los acompaña para disminuir un poco su dolor. !Quizás mañana te toque a ti y te gustaría contar con alguien que te apoye en esos momentos!.