Es el autor y causa de los males de pena. Siendo tan dulce y piadoso Padre para con nosotros, como es, y habiendo muerto en una cruz por darnos vida, parece cosa digna de admiración que aflija y atribule a sus hijos con tantas y tan variadas y extrañas maneras de penas como observamos cada día en el mundo. Pues de lo contrario acabamos de decir que se saca que �l es el autor de todas nuestras penas, y que sin �l no sería parte para fatigarnos ninguna de esas criaturas intrigantes. Pues, sí nos consta, que Dios es Padre, y Padre amorosísimo y suavísimo, y que nos azota y castiga ásperamente, si bien será que rastremos e inquiramos las causas por qué nos trata de esa manera. Si nuestros primeros padres no hubieran pecado, no tuviéramos tropiezos ni dificultades en nuestra jornada; todo el camino nos fuera llano, derecho y apacible, sin cansancio, sin torcimiento ni desvíos. No tuviéramos necesidad de medicina, porque no hubiera enfermedad que curar. Pero como todos caímos con nuestros padres y quedamos lisiados y dolientes, no se puede curar tan grande y universal dolencia sino con purgas, amarguras y desdichas.
Nuestro Señor suele enviar trabajo para acrecentar los merecimientos de las personas a quienes los envía y enriquecen su Iglesia de maravillosos y sabios ejemplos, que dejan con paciencia y santidad, como lo vimos en Job y en Tobías. Así mismo envía semejantes aplicaciones para manifestar más, librándonos de ellas, sin misericordia y bondad.
Ahora tratamos de las tribulaciones que sus efectos en cierta manera son malas, en cuanto es privaciones de algún bien, como la pobreza es privación de la riqueza.
Pues si la tribulación de suyo es espinosa y aborrecible en su principio y raíz, vemos cómo puede ser deseable y provechosa. Esto no puede ser como por la gracia del Señor, que saca bien del mal y bien dulce de la piedra dura de la tribulación.
Este es una síntesis de un trozo literario precioso e interesante, escrito por un notable secretario de valores recónditos muy apreciados, y al servicio de la Cía. de Jesús a la que pertenece. Su obra es fruto de la madurez. Cit. P. P. Rivadeneira.