Países del área centroamericana como Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, incluso, Panamá y Méjico, comienzan a sentir con preocupación la proliferación de las llamadas bandas organizadas de delincuentes dedicadas al robo, el crimen, el tráfico de drogas y la extorsión con nexos internacionales.
El Instituto de Migración de Méjico admitió recientemente en medios de prensa, que los asesinatos y crímenes cometidos por la pandilla Mara salvadoreña en el sur del país, se podría convertir en un problema grave.
Al parecer, los Maras, originarios de Honduras y El Salvador, están operando ya en el sur del país azteca, buscando controlar el paso de indocumentados, despojándolos de sus pertenencias en su viaje hacia el norte.
Amparadas en los movimientos migratorios procedentes de sociedades empobrecidas, las bandas podrían convertirse en un problema adicional al que enfrentan en sus propios países los organismos de seguridad pública que luchan en desventaja para erradicar el delito en menor escala.
Los desajustes y la marcada brecha social a consecuencia de las economías zigzagueantes que caracterizan la región, podrían en última instancia, hacer tambalear el curso democratizador emprendido después de la década del ochenta, logrado sobre la base de la concertación y el entendimiento.