Era una tranquila velada familiar. Había terminado la deliciosa cena de esa noche. Ya habían comenzado los programas nocturnos de televisión. Marinela y Gary Christel se disponían a pasar un rato encantador, como lo hacían todas las noches.
De pronto un ruido extraño los sacó de su ensueño. Por baños, letrinas, fregaderos y cuanta cosa estaba conectada a los desag�es, comenzaron a brotar chorros de inmundicia. Fue algo terrible, espantoso: un horror en esa casa nueva, moderna, limpia y cómoda. Una cloaca del vecindario se había taponado y había expulsado toda la inmundicia que contenía.
Si algo desagradable puede ocurrir en nuestra casa es que se taponen los desag�es. Así le pasó a este matrimonio, que de una velada feliz de la que pensaban disfrutar pasaron a algo tan espantoso que ni a los productores de películas de horror se les hubiera ocurrido.
Si la ruptura o el taponamiento de una cloaca produce olores espantosos y vistas repugnantes, �cómo será el día en que Dios destapone las cloacas de las almas? �Cuánta inmundicia humana, miseria, vileza, bajeza y ruindad habrá de verse!
En la sociedad humana hay muchas almas limpias y hermosas. Hay muchas personas buenas, cuyo corazón es limpio y su alma es sana. Pero �cuánto criminal hay en la sociedad, cuánto adúltero, farsante, engañador y calumniador!
Dos veces en la historia de la humanidad se ha abierto esa cloaca de las almas. Una fue en el diluvio universal en la época de Noé. La otra fue en la destrucción de Sodoma y Gomorra. A una de esas cloacas Dios la purificó con agua; a la otra, con fuego.
Si todos deseamos vivir en una casa limpia, con buenos desag�es y buenos olores, �por qué no desear también vivir con una conciencia tranquila, con un alma limpia, con un corazón puro? �Cristo puede hacer esa limpieza! Entreguemos nuestro corazón a Cristo y �l nos dará un alma pura.
