Elías Tuñón, Domingo Moreno, Eduardo Ramos, Abel Sánchez, Horacio González y Juan Sánchez hicieron el turno, esta vez no para el bate, sino para ir a su última morada atravesando la carretera Interamericana hacia Coclé. Un octavo cuerpo se unió a la lista: Luis Alberto Sarmiento Aguilar, conductor el día de la tragedia.
El desfile fúnebre empezó a las 6 de la mañana de ayer, martes, cuando las ocho carrozas con los cuerpos de los jugadores de softbol se desplazaban en caravana desde la ciudad de Panamá.
Penonomé fue la primera parada de los protagonistas, donde una multitud de funcionarios del Hospital Aquilino Tejeira suspendió sus labores a las 9 de la mañana para unirse al sentir del pueblo compuesto por amigos, conocidos y amistades de la familia y hacer una calle de honor.
El féretro de Elías Tuñón fue el que encabezó la parada doliente. A diferencia del resto de los ataúdes, el de Elías era transportado en el vehículo 4X4 del ex diputado Dr. Noriel Salerno, debido a que en Capira, el carro fúnebre con el cuerpo de este jugador sufrió un desperfecto mecánico y le salió humo de la maquinaria, obligando a realizar el cambio de transporte.
Detrás de Elías iba el resto del cortejo fúnebre.
EN NATA
Domingo Moreno y Eduardo Ramos eran esperados por una multitud en la Policlínica San Juan de Dios. Eran las 9:30 de la mañana cuando hizo su entrada el carro fúnebre de Domingo.
El dolor se apoderó del ambiente, mezclándose con el aroma de las flores que tiraban al paso de los cuerpos. Los gritos desgarradores de sus compañeros de trabajo fueron la palpable muestra del afecto que allí se había granjeado. "¡Ay, 'Mingo'! Se me fue mi amigo", "¿Por qué, Dios mío?", "Él era mi mejor amigo", "Él me decía: Canaria".., esas y otras frases agónicas salían con ahínco de los presentes, entre los que se apretujaban unos a otros buscando apoyo para sostener el dolor del alma.
Hombres, mujeres, niños.. a casi todos se les lavó la cara con lágrimas porque el dolor era contagioso.
EN AGUADULCE
En la Calle El Salino, otra multitud se hacía solidaria con el sentir de los familiares de Abel Sánchez. En el centro de la pequeña sala reposaba el féretro rodeado de quienes se resistían a creer que no era una pesadilla.
Una madre quebrantada esperaba al borde de la cama de una habitación, el momento para acompañar a su hijo a su última salida. Hermanos, sobrinos, tíos.. no faltó nadie en la vivienda.
Abel tenía una cita ayer, a la una de la tarde, con su sobrino Daniel De Gracia, quien recibiría el diploma de bachillerato. Se sentía muy orgullo de su sobrino.
Cuadras más, cuadras menos, se ubicaba el hogar de Juan Sánchez, muy cerca del Estadio Municipal de Bola Suave de Aguadulce. Allí, una madre derramaba su dolor frente al ataúd instalado en un rincón de la sala.
Por su mente pasaban las últimas palabras de su hijo: Él quería estar con su equipo. Yo le dije que se fuera a dormir donde la tía, pero él dijo que quería estar con los muchachos. ¡Ay, mi muchacho!
Y en Barrio Lindo, detrás del Hospital Rafael Estévez, la residencia de Pablo Pinilla estaba rodeada de sus seres queridos y amistades. Allí, un guardia en la entrada a la vivienda restringía el paso a algunos periodistas, pero la dimensión del dolor, era igual al resto de los hogares donde despedían a sus compañeros.
En Llano Bonito, en el patio de la vivienda, los familiares de Luis Alberto Sarmiento Aguilar esperaban el momento para salir a acompañar a su difunto. Una esposa deshecha no dejaba de escapar el amargo dolor que parecía brotar del alma, mientras que en los bancos ubicados en las orillas del patio, el silencio era la conversación del pensamiento de aquellos que compartieron con él las últimas horas.