Recorrer algunos de los barrios de la ciudad de Panamá bajo una mirada crítica, resulta interesante. Caminar por las angostas calles del Casco Viejo, es hacerlo a través de la historia y también sobre el presente social.
En el Casco Viejo, se trata de preciosas casas que han sido objeto de rehabilitaciones y restauraciones. Todo un respetado proyecto, para revivir el ambiente colonial de la ciudad. No obstante, en medio de las impresionantes fachadas que nos hablan de un tiempo que pasó, existen pequeños espacios de gente humilde, quienes rebeldemente, se oponen a ser desplazados.
Para algunos estudiosos, la realidad latinoamericana puede entenderse mejor desde categorías como la sociedad fragmentada. Es decir, barrios diferenciados y segregados por sectores de altos ingresos.
Llama la atención, cómo los entendidos han detectado la paulatina apropiación residencial cultural o comercial, por parte de las clases medias de áreas ocupadas anteriormente por sectores populares.
No sólo estaríamos pensando en el corregimiento de San Felipe, sino, Loma La Pava, San Francisco, Pueblo Nuevo y parte de Parque Lefevre, que está cediendo a la ampliación de Altos del Golf.
Un informe elaborado hace tres años por la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), destaca el nuevo patrón residencial que revela el aislamiento de los pobres, quienes tienen una escasa posibilidad de integración al mercado laboral. Lo mismo sucede con la creciente desaparición de los espacios de sociabilidad entre clases y la segmentación de la calidad de los servicios públicos, en particular, el deterioro de la educación y de la salud en las zonas donde habitan.