El primer canon del arte de la política es ser franco y no fingir.
Es más fácil llegar al sí desde el no, que del sí retroceder al no. .
El político inseguro e indeciso, si no tiene un cúmulo de buenas cualidades, honestidad, sentido común, capacidad de síntesis, autoridad moral, merecimientos sociales, se puede decir que es un hombre fracasado.
La prontitud en despachar los asuntos, especialmente si son de los ciudadanos, es buena política. Si el resultado es negativo, se evitará de este modo la espera, que aumenta las aspiraciones y los disgustos; si el resultado es positivo, se tendrá la ventaja de haber hecho justicia sin haberla desperdiciado en las demoras, que para quien espera son siempre largas y tormentosas.
No te rodees de aduladores. La adulación hace daño al alma, excita la vanidad y altera la visión de la realidad. El amigo adulador ya no es amigo y es necesario estar en guardia, pues puede pedir aquello que no se debe conceder.
La paciencia del hombre político debe ser como la paciencia que Dios tiene con los hombres.
No cubras con tu autoridad los errores de tus dependientes.
Es mejor que los parientes estén lejos de la esfera de los asuntos estatales, a menos que no estén en la carrera por sus propios méritos, pues aún sin quererlo, siempre comprometen.
A quien está demasiado apegado al dinero, no le conviene ser político, ni aspirar a puestos de gobierno.
Hacer un examen de conciencia cada noche es un buen sistema para el político; también es muy provechoso hacer buenos propósitos. Si, a pesar de todo, te encuentras con las manos vacías al llegar la noche, piensa que eso le sucede a la mayoría y sirve para ser humildes.
Manual del Buen Político, del P. Luigi Sturzo y reproducido en la Revista Vida Pastoral, Abril 1997.
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