De los discursos que se han dado en Panamá en lo que va del 2009, el mejor ha sido sin lugar a dudas, uno de los disertados a capela en la reunión para escoger al nuevo presidente del PRD, esta ponencia habría provocado hilaridad en cualquier salón de clases de la Universidad Nacional, pero en la década del 70. La perfecta sintaxis de la oratoria embonó como anillo al dedo, con las cabecitas blancas presentes en el salón.. Y, es que ese mensaje a pesar de sus 4 décadas de atraso, alivio un poquito el doloroso desencanto del país con los falsos revolucionarios de hoy, aún así, las masas de ese colectivo se sienten más contentas con la patria loca que con ellos mismos. Pero al resto nos persigue la sensación de que todavía naufragamos en un océano de corrupción y pueda que así sea, como evidentemente lo es, el eufemismo de la seguridad ciudadana y lo burdo del alcalde que sabemos.
Un buen PRD es importante para el país, por eso la vibrante alocución empachó a los analistas como yo, que pensábamos se recriminaría a la cresta de la fracasada cúpula que con clara percepción de delincuentes todavía boquea en sus aspiraciones. Premisa que ahoga la esperanza que reaparezca en el firmamento panameño un cambio alejado del delito. Este comportamiento exterioriza la degradación moral en que han caído cuando hasta sus intelectuales niegan su propia realidad, asegurándonos que el PRD continuará pintando sobre el óxido indefinidamente con la línea del mentiroso populismo de izquierda.
Parte de este alertador discurso aparentó ponerse del lado de las actitudes partidarias, que le dejan a uno tras cada periodo, la agobiante convicción de que se ha perdido tiempo valioso y montones de millones escurridos por las ennegrecidas alcantarillas de negociados, desfalcos y concesiones?. Y, lo peor es sospechar que con esta forma política caduca, ninguna rama de los poderes se escapa de este cáncer., tal como lo ha hecho sentir en parte, el penúltimo discurso bueno del PRD.