Tragamos todos los goles que nos meten. Perdón por esta expresión, pero como el fútbol está muy de moda, me entenderéis bien.
Hace ya años que la influencia nórdica, enraizada en Estados Unidos, nos estropeó la fiesta de la Navidad. El belén que la madre de familia colocaba con mucho cariño y esmero en el lugar más destacado de la casa, ha sido reemplazado por el árbol de Navidad (por cierto los ecologistas deberían protestar por destrozar la naturaleza ya que se cortan abetos y pinos demasiado pequeños). Y, si por un resto de pudor, se sigue colocando el belén, el pobrecito desaparece al pie de árbol que lo domina.
Se está produciendo lo mismo con la fiesta de Todos Santos. Nos han metido la "fiesta" de Halloween hasta en la sopa. En las escuelas no se dice a los niños que el uno y dos de noviembre unen dos fiestas hermosas, la de los Santos y la de los Difuntos; no se les explica que las almas de los difuntos, después de haber sido juzgadas, cada cual, según su grado de santidad o no, están esperando el momento de reunirse definitivamente con el cuerpo que animaron, cuerpo que resucitará...
En cambio, se propone a los niños la fiesta de Haloween. Se les cuenta una historia grotesca de fantasmas y de brujas, sazonada con esqueletos, máscaras, calabazas y velas. Se les hace desfilar por las calles, así disfrazados e incluso se les invita a que llamen a las puertas de las casas para pedir dinero o dulces, amenazando a sus habitantes con las mala suerte si no los complacen. Todo un montaje, pues se han centuplicado las ventas de máscaras, disfraces, velas y calabazas (en Francia la producción de calabazas ha pasado de 21,000 toneladas a 30,000). Una vez más, el Dios dinero hace sus adeptos y se destruye el sentido religioso.
Cuando se produjo aquella tragedia en un pueblecito de Italia, el hundimiento de una escuela en la que se encontraban 50 niños ((¿el único edificio que se hundió?) oí uno de los comentaristas decir que una de las maestras estaba explicando en aquel momento a sus alumnos la fiesta de Halloween...
Pienso que hemos llegado a tal extremo que nuestra única esperanza, nuestra única arma para reaccionar, para luchar, es el Rosario.