Para ser devoto del Cristo Negro de Portobelo hay que tener fuerza de voluntad para cumplir lo prometido al "santo del pueblo". Cada 21 de octubre, miles de peregrinos caminan hasta la iglesia de San Felipe, en Portobelo, para cumplir su promesa al Nazareno.
Llegar al área de Sabanitas, en Colón, cada 21 de octubre, es encontrarse con miles de personas dispuestas a caminar entre 6 y 10 horas hasta el pueblo.
En el trayecto se observan a niños, jóvenes y adultos caminando con un mismo propósito: cumplir lo prometido al Cristo Negro o solicitarle un milagro.
Este año al igual que en años anteriores, una fuerte lluvia se hizo presente en horas de la madrugada del 21, pero los devotos seguían imperturbables en la procesión. Los devotos coreaban: "¡Viva el Cristo Negro de Portobelo! ¡Bendícenos con agua Naza!".
Al pasar las horas y llegar a la entrada del pueblo, hay quienes empiezan el trayecto más difícil: enrumbarse de rodillas hasta la iglesia, a otros le rocían en la espalda la cera que desprenden las velas, algunos llevan una pesada cruz de madera y otros se arrastran de espalda hasta el templo.
Al llegar frente a la imagen del Nazareno, su mirada es impresionante y algunos rompen a llorar como niños, dando gracias por el milagro que les cumplió.
Luego del largo trayecto hay que descansar, porque a las 8 de la noche se inicia la procesión, en donde "se pasea y se baila al santo, por todo el pueblo".
Tres pasos para adelante y dos para atrás, hasta llegar a la entrada de la iglesia. La tradición es que el santo entre a las 12 de la medianoche, porque si no, "se pone pesado", nos dijo un devoto de nombre Angel, de 46 años , que viene a Portobelo desde que tiene 9 años.
Durante la procesión el Cristo Negro es cargado solamente por aquellos hombres que portan un suéter dado para esta ocasión, mientras que alrededor, una cadena de policías cuida su imagen.
Este año el Nazareno llegó antes de lo esperado a la puerta de la iglesia de San Felipe, pero los devotos gritaban que no entraría hasta que fueran las doce de la noche. Se le mantuvo por más de media hora en la entrada, mientras la gente bailaba y cantaba. De repente faltando unos 10 minutos empezó la alegría: el Cristo estaba entrando a su Iglesia. Pétalos de rosas le llovían y la gente aplaudía de la emoción.
Todos daban gracias al Nazareno y se escuchaban voces que decían: Nos vemos el otro año, mi querido negro de Portobelo".