Máquinas, expendedores de tabaco, surtidores de combustible, contestadores automáticos, operadores de telefonía, sintetizadores de voz, asistentes virtuales, cajeros parlantes y un largo etcétera de engranajes y tuercas ocupan ahora el lugar que no hace tanto sólo podía ocupar seres humanos. El avance de la tecnología reedita, una vez más, el viejo enfrentamiento del hombre contra la máquina. El Doctor Frankenstein frente a su creación. La tentadora posibilidad de insuflar la chispa de la "vida" en la materia muerta.
Quizás estemos, sin saberlo, en la antesala de la tercera Revolución Industrial. Una sedición, sin precedentes, basada en las premoniciones de las novelas y el cine de ciencia-ficción que auguraban un futuro en el que las máquinas tomarían el poder para someter a los hombres. O quizás no sea para tanto. Pero la presencia, cada vez más acusada de "voces metálicas" en la vida cotidiana, es innegable. El mundo es ya una nueva versión de sí mismo.
El ejemplo más palpable está en los asistentes virtuales con los que quién más y quién menos ha tenido que lidiar alguna vez para llevar a cabo diversas diligencias. Una herramienta de atención al cliente que para el usuario medio genera antipatía, pero que para muchas empresas supone mayor eficiencia y una reducción de costes. Pese a todo, a casi nadie le gusta hablar con máquinas. Y precisamente, esa capacidad, la de hablar, es la que ha dejado de ser una propiedad exclusiva y distintiva de las personas para convertirse en un bien compartido con robots humanoides construidos a nuestra "imagen y semejanza", pero diseñados para esquivar la imperfección humana.
Si en el futuro la realidad alcanza a la ciencia ficción y las máquinas aprenden a sentir, entonces sí será un buen momento para preguntarle al hombre si el camino escogido para su evolución ha sido el correcto o ha naufragado al elegir un rumbo erróneo. Entonces, ya no habrá nada que nos distinga y se hará patente el diálogo que el escritor ruso Isaac Asimov describió en sus relatos y que el director Alex Proyas llevaría al cine en Yo, Robot:
A partir de ahora, si la clasificación aristotélica de las herramientas con las que se levantó la Grecia de su época siguiese vigente hoy en día, debería incluir, además de parlantes (esclavos), semiparlantes (animales domésticos) y mudas (instrumentos de labranza), un nuevo apartado: robot parlantes.