El 3 de octubre de 1989, un grupo de militares se alzaron en contra del régimen de Manuel Antonio Noriega. El intento se conoce hoy día como la "Masacre de Albrook". Tras el fracaso de la asonada fueron asesinados los que se atrevieron a desafiar al "hombre fuerte".
La asonada fue ejecutada por la oficialidad joven de las Fuerzas de Defensa que ocupaban los mandos medios. Los cerebros de la operación fueron los oficiales Javier Licona, Moisés Giroldi y el capitán Edgardo Sandoval.
Las Fuerzas de Defensa habían derrocado a los mandatarios Nicolás Ardito Barletta y Eric Arturo Delvalle, luego desconocieron el resultado de las elecciones de mayo de 1989.
Washington mantenía congelados los fondos panameños depositados en bancos norteamericanos y la Comisión del Canal no entregaba sus aportes al régimen militar. Todo ese cúmulo de situaciones dio margen a la conspiración contra la cúpula castrense. Sin embargo, el movimiento fracasó por la falta de un apoyo convenido con el Comando Sur. Al final, los golpistas se rindieron y la mayoría pagaron con su vida.
Los alzados fueron llevados encapuchados a un hangar de Albrook, donde fueron fusilados. Fue una matanza sin precedentes. La mayoría de los involucrados lograron evadir al brazo de la justicia y uno de ellos fue indultado por la administración perredista, pero el recuerdo de lo que hicieron debe remorderles la conciencia.
A estas alturas sólo uno de los condenados purga condena en Panamá. Noriega permanece preso en Estados Unidos, esperando que se decida si es extraditado a Francia o a Panamá; otros permanecen prófugos.
La suerte de Noriega debe decidirse en noviembre próximo y no se descarta que Estados Unidos lo devuelvan a Panamá, donde tiene condenas pendientes por 64 años.