Érase una vez, el legendario Abraham quería tener un hijo, pero él y su esposa Sara eran muy viejos para tener uno. Cierto día, Dios le promete a Abraham que le daría un hijo, y que por medio de ese hijo, de nombre Isaac, tendría una descendencia numerosa "como las estrellas del cielo y como la arena que hay en el mar". Años después de nacido Isaac, Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo en holocausto. Abraham se entristece y, por fe y obediencia, lleva a Isaac a un monte para ejecutar el sacrificio. En el camino, Isaac, al percatarse de que no había cordero para sacrificar, le pregunta:
-"Padre, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?"
-"Dios se encargará de que haya un cordero para el holocausto"- respondió su padre.
Entonces Abraham ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña; pero en el momento de tomar el cuchillo para matarlo, el Señor llamó desde el cielo:
-"¡Abraham, Abraham!; no le hagas ningún daño, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no negaste darme a tu único hijo."
Por este hecho, El Altísimo prometió innumerable descendencia a Abraham.
Luego, Abraham divisó un carnero que estaba enredado entre los arbustos y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
MENSAJES:
1) La fe y obediencia ciegas en Dios traen recompensa: Abraham confió ciegamente en Dios. Dice la Biblia que "él tenía tanta fe en Dios que le creía capaz de resucitar a Isaac de entre los muertos". Después de que Jehová probara la fe de Abraham, confirmó su promesa de darle numerosa descendencia a través de Isaac.
2) Dios no puede mentir: El Eterno había prometido incontable descendencia a Abraham mediante Isaac, pero, si tenía que matar a Isaac, ¿cómo iba éste a brindarle linaje? Abraham no entendía, pero aún así obedeció. Hoy en día, los judíos proceden genealógicamente de Isaac, y los cristianos también, pero en la fe. Dios cumple lo que promete aunque las circunstancias quieran decirnos lo contrario.