Que tristeza me da, cuando veo caer la imagen de dirigentes en los cuales uno se veía; y lo que es peor, cuando me toca verlos convertirse en auténticos peones del veneno. Como perdonar la tracción, como perdonar a aquellos malos dirigentes políticos, que una vez destituidos de sus cargos, nunca más visitaron una favela, ni apoyaron una movilización, y hoy se retractan de sus propias convicciones; a aquellos que se cansaron, y después, se aburguesaron o hicieron de la lucha una profesión en su propio beneficio.
Los peores son aquellos que tienen hoy vergüenza de confesarse de izquierda o de declararse socialistas. Esos malos dirigentes que hoy vemos hacer manifiesto de su desesperación ante sus necesidades materiales, y que dejaron de guiarse por grandes sentimientos de lealtad, amistad y de amor; para ser absorbidos por estériles disputas partidarias, que ha veces, hacen de los amigos, enemigos, y de los verdaderos enemigos, aliados.
Hoy quiero decirles que creo en un proyecto político al cual respaldo, no por una coyuntura de gobierno o por necesidad, si no por la firme convicción, de que es la mejor opción para ocupar la presidencia. Creo que es posible a través de Ernesto Pérez Balladares, un partido vivo, activo y cambiante; también creo que es posible, a través del Toro, develar el verdadero rostro de nuestra institución, sobreponernos de esta zozobra, de este agazapo y miedo a la lucha, y salir a la calle a decir lo que se debe decir y a escuchar lo que muchos merecen escuchar.
Por eso, me dí el derecho a disentir, a expresar una opinión distinta, que tenía como finalidad, expresar la diversidad que hay en mi partido y la unión de todos, para lograr un objetivo común. Por eso me opuse a la dirección, me revelé del mandamiento y propuse una verdadera oportunidad de unir todas las tendencias de nuestro partido de cara a la próxima contienda electoral.
"Permítanme decirles algo, aún a costa de parecer ridículo, y es que el verdadero revolucionario siempre estará guiado por sentimientos de amistad, lealtad, pero en especial de amor. No es posible pensar en un auténtico revolucionario, sin estas cualidades". Esta advertencia coincide con lo que el apóstol Juan, exiliado en la isla de Patmos, escribió en el Apocalipsis hace dos mil años, en nombre del Señor, a la Iglesia de Éfeso: Y dijo así "Conozco tu conducta, el esfuerzo y la perseverancia. Sé que no soportas a los malos. Aparecieron algunos diciendo que eran apóstoles.
Tú los observaste y descubriste que no lo eran. Eran mentirosos. Pero ustedes han sido perseverantes. Sufrieron por causa de mi nombre y no se desanimaron. Pero hay una cosa que repruebo en ti: abandonaste el primer amor" (2, 2-4). Algunos de nosotros, los que aun quedamos, profesamos el amor, el valor y la lealtad, como los más valiosos de nuestros valores y nunca los abandonaremos. Para que estos gestos nos sirvan siempre de ejemplo, lucha y de movilización".