Cuando el hombre es atacado por un estado alarmante de inseguridad, se ha dado a la sazón las condiciones para la entrada de la mentira, expropiando los fundamentos reales que inciden como parte determinante que conforman la personalidad integral. La mentira es tan vieja como la humanidad y junto con el dinero son los virus que corroen y expolian la conciencia del hombre.
Son pocos los que pueden resistirse ante la presencia de estos especímenes poderosos de la sinrazón. Nuestro primer padre cayó abatido en el Edén, víctima de la falacia.
La difícil prueba en la vida es aprender a decir la verdad, podrán llegar momentos embarazosos, dilemas inverosímiles, tentaciones caóticas y ella solícitamente entrará por el sendero plausible en coalición con la dignidad y la honestidad.
El mentiroso es silencioso, sus labios tiemblan en señal de peligro, se adueñan de la perpetuidad de la inseguridad, nada generoso y digno se incuban en ellos, son como los terrenos porosos que bordean las riberas de los pantanos insalubres. Aquel que pronuncia la mentira es igual a la planta hermafrodita que no le está permitido la procreación venida de las entrañas infecundas.
Estoy seguro que la verdad saldrá derrotada en la arena de la contención si la ponemos a medir fuerzas con la mentira. Sólo el apreciar la larga túnica que envuelve su cuerpo inmaculado y cabellos ocultos por la blanca toca, no hará retroceder un segundo a la mentira derribándola.
Tal vez sea este un estudio muy apasionante e interesante de la lógica y como ciencias nos induce a razonar en lo que decimos con entereza y excelencia. Aristóteles recomendaba que era de sabios el saber distinguir los razonamientos falsos de los ciertos con el objeto de prevenirnos, evitándonos que caigamos en el engaño. Los falsarios disfrazan con argucias los conceptos, atendiendo si son convenibles a sus mezquinos y torcidos intereses.
