La necesidad de rescatar las precarias finanzas de la Caja de Seguro Social debería ser ser razón suficiente para que todos los sectores del país: obreros, empresarios, profesionales, jubilados y la clase política, se unan en esfuerzo mancomunado y acuerden reformas que ayuden a extender su vida y salven las jubilaciones de las próximas generaciones.
Pero parece ser que mientras más se acerca el "cuco" del descalabro de la Caja de Seguro Social, los abismos entre estos sectores se hacen mayores. Y por el simple hecho de que para muchos dentro de estos grupos, la CSS está ahí no para atender a la población, sino para chuparle la sangre. Y si hay que mantenerla Viva, Crítica en Línea por unos años más, es precisamente para seguir chupando.
En la última década hemos pasado por dos diálogos nacionales para rescatar la CSS, con resultados que buscaban más evitar que el problema le estallara en la cara a la administración de turno, que replantear la seguridad social de forma que fuese sostenible.
Para sorpresa de nadie, hoy en día nos enfrentamos a la perspectiva de que en la década siguiente -aproximadamente en 2018- el programa de pensiones entre en un déficit de 400 millones de dólares, lo que dejaría prácticamente desahuciada a la institución.
La reciente escena que dos veces se repitió esta semana en la Comisión de Presupuesto de la Asamblea entre el director de la entidad y un grupo de diputados oficialistas que lo embistieron con críticas, hace pensar si realmente nuestras pensiones están condenadas.