A dos días de que la membresía del gobernante Partido Revolucionario Democrático (PRD) tome la decisión de quién los liderará en la carrera por mantener el control de la silla presidencial, estos deben enfrentar un reto cuyo desenlace determinará sus posibilidades de ganar las elecciones de 2009.
Los precandidatos presidenciales del partido, en particular Juan Carlos Navarro y Balbina Herrera, se han enfrascado en una guerra fratricida llena de descalificaciones, epítetos e insultos, tal vez más allá del perdón y la reconciliación. Algo fatal para cualquier partido en estos momentos.
Se trata de una actitud autodestructiva que también ha plagado a la oposición, incapaz de avanzar un solo paso en el logro de una alianza electoral.
Ricardo Martinelli, de Cambio Democrático, hasta ahora solo cuenta con el apoyo del inestable partido Unión Patriótica, que pierde miles de miembros por mes. Por otro lado, el Panameñismo de Juan Carlos Varela tiene de su lado al decaído Molirena. Ninguno de los dos partidos ha cedido un centímetro, y el tiempo corre.
La fragmentación de las grandes fuerzas políticas del país, debido a intereses económicos, es una señal de que el escenario y la oferta electoral podría cambiar en gran medida durante la próxima década.
Solo esperemos que en la medida en que este escenario evolucione, también se den cambios necesarios en nuestra legislación electoral, como permitir la postulación independiente, y flexibilizar los requisitos para legalizar partidos políticos. La población de este país, sedienta de figuras nuevas con propuestas nuevas y plataformas diferentes, ya no tienen paciencia para estar soportando más de lo mismo.