La furia de la Madre Naturaleza se dejó sentir la noche del miércoles sobre la comunidad de Curtí, en Chepo, donde tres almas jovencitas casi quedan ahogadas en las bravas aguas que se desbordaron del río del mismo nombre.
El espanto se debió pintar en las caras de los 14 miembros de la familia Cabrera cuando fueron arropados por las frías aguas que arrasaron su humilde vivienda de paja y quincha, pero nadie logró ver la aterradora expresión porque ni luz tenían.
"¡Se abrió el Cielo!". La idea cruzó por la mente de los más grandecitos en la familia, que desesperada corría huyendo de la corriente arrastrando con ellos a los más pequeños, menos a tres: Isabel, Alex y Kevin Cabrera, de 10, 4 y 6 años, respectivamente.
A esos se los había llevado la corriente, nadie sabía a dónde. Media hora agonizante vivieron los padres al no saber de sus hijos, y a eso, se sumó la desesperación por tratar de salvarse de la invasión acuática, porque todavía el peligro no había pasado.
EL AZOTE
Eran pasadas las 7:30 de la noche del miércoles. La fuerte lluvia no cesaba. José, un angustiado morador de Curtí, sentía con pesar los torrenciales cántaros cayendo sobre su choza. Curtí es una comunidad de fuerte población indígena muy cerca a Tortí, en Chepo.
La Madre Naturaleza fue inclemente con ese lugar donde convergen una majestuosa cordillera y un verde valle atravesado por caudalosos ríos.
DURMIENDO CON EL ENEMIGO
La familia Cabrera, compuesta por 14 miembros de la etnia wounnan-emberá, se fue a dormir en su humilde vivienda a orillas del río Curtí. ¡Qué lejos estaban de sospechar la odisea que estaban por vivir y que puso en riesgo la vida de casi 800 personas en los alrededores!
Isabel, Alex y Kevin Cabrera, los tres hermanitos, estaban durmiendo cuando una gigantesca cabeza de agua bajó desde la montaña por el río y arrasó con su morada y las plantaciones de subsistencia que tenían en el lugar.
La desesperación se apoderó de toda la familia Cabrera, sin luz con que alumbrarse y con la lluvia cayendo a cántaros. Atinaron a agarrar a los seres queridos más próximos. Pero faltaban los tres pequeños, quienes habían caído al embravecido cauce de agua salvándose milagrosamente de ser arrastrados al aferrarse a unas hojas de tallo.
Isilda De Gaiza, madre de los niños, explicó que los familiares empezaron rápidamente la búsqueda por el río.
Los pequeños estuvieron desaparecidos por más de 30 minutos, lo que activó a los organismos de socorro del área este de la ciudad capital.
Dentro de tanto desastre, esta historia tuvo un final feliz: los niños fueron rescatados con vida.