Muchos jóvenes se quejan con bastante frecuencia de la falta de confianza de sus papás. Sus testimonios hablan de cómo los padres no se preocupan mucho en hablarles ni enseñarles ciertas cosas de la vida que ellos consideran que son fundamentales. Estos jóvenes se sienten defraudados, heridos y a veces hasta engañados por sus padres, de quienes esperan tanto.
Es triste que en muchos hogares no exista el diálogo y la conversación entre padres e hijos. En muchas casas los niños tienen que recurrir a revistas o a compañeros, tan mal o peor informados que ellos, para aprender ciertas cosas de una manera bastante deformada. Son los papás los llamados a educar a las criaturas, a dar información buena, realista, sana y profunda, que ayude a los muchachos a formar su mente en ciertas áreas de la existencia humana.
Los papás que piensan que sus hijos sabrán esas cosas demasiado pronto son unos necios. ¡Por qué esperar a que ellos se formen una idea completamente falsa de la vida, hasta el punto se considerar el amor como algo morboso, pícaro y vergonzoso? ¿Por qué causar ese daño innecesariamente? Apelamos a la conciencia de los papás para que sean más sinceros con sus hijos, conversen mejor con ellos y expliquen las cosas sin pena, sin sentir vergüenza. Lo natural se explica naturalmente, siempre con sabiduría y amor y el deseo que los muchachos crezcan sanos.
Recuerden que sus hijos son más hijos de Dios que suyos. Su labor como padres es formarlos bien y una formación auténtica implica ayudarles a desarrollar una conciencia profunda de quiénes son, para qué han venido al mundo y cuál es la misión que deben cumplir. Su deber es solamente ayudarlos a que descubran su misión y su vocación, pero no pueden decidir por ellos. Ustedes no tienen derecho a decirles que tomen tal o cual camino ni de imponerles su profesión o vocación. Ustedes ayudarán a prepararlos para que ellos mismos sean quienes decidan por dónde ir, por dónde caminar en la vida.
Otra de las quejas de muchos hijos es que viven con sus padres, como si fueran extraños. Se quejan de que papá y mamá no tienen tiempo para ellos y, prácticamente, son dos seres misteriosos y desconocidos.