El panameño está "como niño con zapato nuevo" estrenando 7 km de pista al mejor estilo de un reino mágico: la Cinta Costera.
Una estampa de la ciudad capital se plasma en la avenida Balboa, bordeada, por un lado, por las mansas aguas de un tramo de la Bahía de Panamá, y por el otro, por una alfombra de cemento con moderno estilo arquitectónico.
"Es muy bonita...¡todavía!", compartió Sofía, una visitante al área.
La grama de las áreas verdes, muy bien plantada, aún no ha echado raíces, y las plantas sembradas prometen convertirse en vistosos trajes para la avenida, pero por el momento se recuperan del transplante de tierras.
Aprovechando la temporada de vacaciones escolares, las familias se recocijan viendo a sus hijos correr, saltar y trepar los aparatos deportivos para todos los gustos y destrezas.
A lo largo de la vía se ubican cinco canchas deportivas, así como un minicomplejo infantil para que los más pequeños desarrollen sus destrezas motoras mientras se divierten. En torno a las canchas de baloncesto se agrupa una nutrida cantidad de jóvenes para demostrar sus habilidades frente al tablero; sale un equipo y al segundo entra otro a la cancha.
Sin duda que con las facilidades para practicar el baloncesto, Panamá puede recuperar ese brillo que tenía en los años 70 con Davis Peralta Jr. y Pedro "El Mago" Rivas. Aquellos famosos equipos que salían de calle "P" en San Miguel pueden renovarse con una nueva camada de chicos, que ahora pueden alejarse de la violencia y, en vez de tirar bala, tienen la opción de encestar una canasta de tres puntos o elevarse en los aires para un espectacular donqueo.
BONDADES
A lo largo de la Cinta Costera se tropiezan los vendedores ambulantes ofreciendo variedad comestible. Raspaderos, chicheros, fritangueros, paleteros y piperos se desplazan sin pelearse los clientes, pues eso es lo que sobra. Desde las primeras horas de la media tarde, cuando empieza a morir el sol, comienzan a llegar las familias que ponen la nota característica al sitio con los niños correteando por doquier, quienes, sudorosos, sonrosados y jadeantes, se acercan agarrados de la mano de sus padres para comprar una bebida fría al carretillero.
Pero también hay espacio para los enamorados, que se sientan en el muro para ver el ocaso agarraditos de manos.
La Cinta Costera se ha convertido también en la oportunidad para los artesanos, quienes llegan al lugar después del mediodía en los días de semana, y los sábados y domingos se arriman al sitio desde las 9: 00 de la manaña.
Las mantas colocadas en el piso o en tablones ofrecen el colorido de las guacamayas con variedad de accesorios, como collares, sortijas, pulseras y demás confeccionados por manos indígenas kunas para aprovechar la afluencia de turistas y nacionales, que quedan prendados con la belleza y originalidad artesanal.
A medida que cae la tarde, el ir y venir de viejos, maduros, jóvenes y niños se va convirtiendo poco a poco en una gran mancha multicolor que se desplaza de norte a sur y viceversa. Unos corriendo, otros en bicicletas, algunos en patines, los más, caminando, pero todos con un mismo objetivo: pasar un rato sano.