El amor libre aquí en Panamá todavía no ha alcanzado niveles comparables con las orgías y desórdenes sexuales como, según la Biblia, se practicaba en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Sin embargo, los panameños estamos pasando por una clara e inconfundible situación, donde confundimos el sublime y cristiano concepto del amor, con el pasajero o fugaz deseo sexual.
Es costumbre, y ya nadie le para bola, cuando se escuchan frases como, 'estaban haciendo el amor', o 'hagamos el amor', o también, 'vienen de hacer el amor'. Esto es ridículo porque el amor "no se hace"... el amor se vive, el amor se comparte, se expresa, se magnifica ante la presencia de Dios. En cambio el sexo, o sea ese acto íntimo realizado entre un hombre y una mujer, cuando no hay amor de por medio, es sólo eso: dos seres humanos satisfaciendo su deseo sexual a través del coito que, bien mirado, ni siquiera es potestad de una pareja que no simpatiza afectivamente el uno con el otro, sino simplemente un medio para consumar un negocio, ya sea de proxenetismo o de prostitución. Al respecto, Calderón de la Barca nos dice. "...No queráis mujer por la fuerza, por donde falta la unión voluntaria, el santo matrimonio es confusión...".
Los programas contra el amor libre, dentro del contexto del peligro de adquirir el mortal SIDA, son incontables. Tanto el Ministerio de Salud como la Caja de Seguro Social, gastan ingentes sumas en un esfuerzo por prevenir a la población contra el contagio del VIH, pero se insiste en el condón como carta blanca para entregarse al sexo, un sexo abierto y desenfrenado que, al final, termina bien en los abortos como hoy se están dando, o en el incremento de panameños contagiados.
Amigo/amiga lector, no se engañe... tener sexo no es señal de amor, ya que cuando se ama, el sexo es secundario porque el acto sexual en sí, puede durar hasta dos horas, corriendo el peligro de terminar 'picado', en cambio el amor verdadero es perdurable. Así que, ¡piénselo!. ¡Au Revoir!