Llegar a la excelencia es una meta saludable dentro de cualquier organización, inclusive, en lo personal también.
Cuando se aplican mediciones de eficiencia es porque se intenta escarbar profundo para llegar a ser mejor. El hombre intenta buscar, como si se tratara de un tesoro, la excelencia perdida, ese nivel que el mismo Dios desea de cada ser humano.
No gustar de lo bueno es ser mediocre. Es abandonar en el camino la razón, pieza fundamental que nos hace diferenciar de los animales.
No apreciar las valoraciones de un grupo nutrido de colaboradores es rechazar el toque mágico de mejorar. Es sencillamente tirarse en la arena a esperar que la ola los despierte del sueño que nunca se convertirá en realidad.
Estimado amigo (a), si abandonas lo bueno por lo malo te estás tirando en el hueco oscuro de donde nadie podrá rescatarte. No cometas este grave error.
Los números, aunque fríos, nos ayudan a medir rendimiento para conocer qué tanto hemos adelantado o qué tanto hemos disminuido. Nunca deben mirarse como algo raro. Tomen en cuenta que los atletas siempre llevan consigo un cronómetro para contabilizar los minutos y romper sus propias marcas.
Cuando en una empresa comienzan a usar este cronómetro, debemos revisar nuestro nivel competitivo para ser cada día mejores. Nadie debe conformarse con ser número dos. La meta es llegar a ser el "number one", pero ante todo un número uno humilde que da gracias a Dios por todos los éxitos alcanzados en el ramo personal y profesional.
Nunca debemos descontar como positivo que cualquier intento por mejorar es bueno. Restar puntos es parte de una regla que todos debemos respetar y no criticar.