La victoria de David sobre Goliat se convierte en una comparación reiterativa. Sin embargo, no pasa de moda. Es como regalarle una rosa a aquella chica de verde o intentar ese primer beso en una salida al cine.
Nosotros, los periodistas deportivos, incomprendidos en este mundo de fantasía, que vendemos sueños y estrellas, al mismo tiempo llanto y desesperación, no dejamos pasar nunca este verso de verano.
Hoy, en Panamá, se vive con esa ilusión lejana la posibilidad de sacarle un resultado positivo a la cita con la "Noche del 10". Ya nos pasó cuando le jugamos a Brasil en el 2001, sin embargo... nosotros los luchadores no dejamos de remar contra corriente, porque eso es la vida... una ilusión en noches como esta (la tuve entre mis brazos).
Cuando aquella selección brasileña urgía de levantar los ánimos, y con buena parte de sus titulares, Panamá mantuvo el 0-0 casi por dos tercios de partido, para al final caer 5-0.
No somos país de ese primer mundo futbolístico. Sin embargo, tampoco cambiamos oro por espejo, ni creemos que el fútbol se juega en un cuadrado. Acá se vive y se respira el fútbol tan fuerte como en cualquier país del mundo, en menor escala, sí, pero el gol significa lo mismo aquí que en China. Nada es más universal que este amado deporte.
A lo largo de nuestra historia, jugadores panameños como Rommel Fernández, Armando, Jorge y Julio Dely Valdés han logrado cruzar fronteras, como misioneros a cuentagotas de un fútbol que lucha contra su propia estructura, pero que divierte y entretiene a tres millones de habitantes.
Pero aun así, con estas adversidades, la intención existe. Es como estar en la fiesta, mirar a la más hermosa, levantarse, extender la mano, invitarla a bailar y a rogar que te diga que sí... esto es la vida... está hecha para los que luchan por su estrella... como aquel David... y aquella Panamá que llegó a Santa Fe, con nada que perder.
La derrota no importa, lo que pide el público panameño es garra y entrega. A veces, nosotros los mortales, cuando vemos que un rival fue digno y está tirado en el piso, hacemos como los césares romanos ante los buenos gladiadores: levantamos el dedo.
Más que medir fuerzas históricas, más que pensar en camisetas, no podemos menospreciar a nadie en este mundo, pues todavía no ha nacido el que disparé tiros libre bajo la tierra, el que haga fintas sobre nubes, o que no pierda un balón... claro que existen excepciones, como jugadores que hacen tantos mágicos y meten goles con la mano, por suerte ese tipo de jugadores hay pocos y el de hoy estará en el banquillo...