¡Qué sabroso es criticar al resto de las personas sin conocer! ¡Qué fácil resulta -desde la comodidad de sus sillas- apuntar con un dedo acusador a los que están enfrascados con el monstruo, sin aportar ninguna solución!
Cuando vemos a personas escupiendo veneno indiscriminadamente, debemos sospechar de ellos inmediatamente. Por lo general, hay malas intenciones detrás de todas las críticas destructivas, y además, una agenda oculta.
La crítica destructiva es uno de los deportes favoritos de los malos panameños. Lo vemos a todos los niveles.
Puede apreciarse en los programas de opinión televisivos y radiofónicos, plagados de políticos para los cuales todo lo que hace el gobierno o la oposición, dependiéndo de cuál sea el bando en que se encuentre.
La misma actitud se manifiesta en las oficinas, en los vecindarios, y hasta en las casas de familia. Todas esas críticas llenas de odio y veneno tienen un común denominador. Vienen de personas que envidian la posición de los criticados. Los políticos que lanzan lodo a los funcionarios lo hacen porque en el fondo aspiran a lograr ese poder que no poseen.
Hay algunos ambientes de trabajo saturados de animosidad hacia los mejores empleados. Los compinches que se forman para difundir rummores falsos y verdades mezcladas con mentiras, tienen como fin tirarle cáscaras de guineo a los buenos trabajadores.
La crítica destructiva puede ser la antesala de una conspiración, o constituirse en la conspiración misma. Esto se sabe porque la difusión de rumores falsos ha sido usada desde hace miles de años para tumbar cabezas. La reputación de una persona es algo que cuesta mucho mantener sin tacha, y a veces la gente está dispuesta a creer cualquier cosa, ya sea por ignorancia o por pura mala voluntad.
Hay veces en que las críticas destructivas son tan burdas, que se caen por su propio peso. Pero otras son más elaboradas, y debemos estar atentos a defender nuestra honra cada vez que esta sea puesta en duda falsamente.