La persona que se decide de verdad a algo grande, recoge todas las fuerzas interiores y las canaliza en la realización de sus metas. Surge una mayor lucidez en ella y la agilidad mental sobresale, igual que se fortalece la voluntad y hasta físicamente se observa en la persona más flexibilidad y una disposición a trabajar con más intensidad. La energía mental, emocional y física se redoblan cuando uno se decide en verdad ha hacer algo con entusiasmo. En verdad una decisión puede cambiar toda una vida. Abraham se convirtió en '^padre de una multitud de creyentes" al decidir obedecer a Dios con fe y dejar todo. María se convirtió en la madre de mi Señor por su valiente decisión, por su sí radical.
Agustín se transformó por la gracia de Dios en un gran santo e Ignacio de Loyola de cortesano a fundador de la Orden de los Jesuítas, gracias a una decisión total. Todo es cuestión de decisión y perseverancia. Todos conocemos casos de gente luchadora y vencedora y veremos que detrás de todo hay una decisión valiente, lúcida y capaz de enfrentarse a cualquier obstáculo.
Para tener una gran decisión se necesita el silencio para pensar, la oración para pedir iluminación, el tiempo para madurar las ideas, los consejos oportunos de gente capaz y la valentía para emprender un camino heroico, confiando siempre en el Señor, porque con El podemos ser invencibles a cualquier obstáculo.