La liturgia de la Palabra, en este VI Domingo de Pascua, nos invita a reconocer el amor infinito y universal de Dios, quien nos pide que hagamos todo tal como Él lo hizo teniendo como presupuesto importante el mandamiento del amor. Tanto Lucas en los Hechos de los Apóstoles, como Juan en su primera carta y en el Evangelio, nos exhortan a brindar a todo el mundo un amor sin igual, sin distingos, siempre pensando que el Amor de Dios es el principal y que amando como Él ama, podemos llegar al conocimiento pleno.
Amaos como Yo os he amado
El mandamiento del amor es una invitación a la imitación perfecta de Aquel que es perfecto. Sólo un amor así nos conduce a la perfección, y en la perfección está la plenitud; por ello, sólo se puede conocer al Padre si actuamos tal como actúa el Hijo, es decir, amando con total entrega. Cuando Jesús les "manda" a sus discípulos amarse unos a otros, ese mandamiento se transforma en la Ley de Vida, una nueva propuesta que transforma automáticamente el corazón de todo hombre, porque sólo ofreciendo la vida por los demás se puede conocer el amor auténtico.
Dios no quiere amores pasajeros, ni que estén limitados por intereses mezquinos: "Yo te amo sólo si tú me amas"; Jesús amó a sus perseguidores y enemigos, los perdonó en el madero de la cruz derramando toda su sangre, en una vida que se le iba de a poco porque la estaba dando enteramente por amor a la Humanidad.
Cuántas veces no es también la propuesta que debemos hacernos nosotros cuando estamos en situaciones en las cuales vemos cómo nuestros enemigos o aquellas personas con quienes no simpatizamos nos persiguen, calumnian y menosprecian; el verdadero discípulo de Jesús cumple con su mandamiento principal sin tener en cuenta estas mezquindades: Amar, ese es el presupuesto de la doctrina cristiana.