¿Qué podemos hacer con una persona que es colérica? Pues, en primer lugar, comprender las causas de las cóleras. ¿Por qué las personas se vuelven iracundas y coléricas? Todos sabemos que de vez en cuando surgen desacuerdos en las relaciones humanas.
Se desearía llegar a un acuerdo, pero... un ataque de ira evita toda conversación objetiva. ¿Cuántas veces termina, por ejemplo, las discusiones conyugales con un ataque de cólera de parte de uno de los cónyuges, mientras que el otro debe esperar paciente y desconsoladamente que se tranquilice la tormenta? De hecho no se puede hablar con una persona que está sumamente afectada por la cólera. Y en el caso de los matrimonios, cuando uno de los dos está frenético, se rompe por un rato la unión entre ambos.
La ira y la cólera conducen a una agresión generalmente de forma verbal. Según el grado de fuerza de la excitación, se gradúan los insultos o también, algunas veces, se pasa a la agresión física.
Con frecuencia, la persona que está sujeta a la ira, rompe o destruye algún objeto en sustitución de lo que quisiera hacer: atacar directamente a su prójimo. Curiosamente, las personas que sufren continuamente de ataques de ira y cólera tienen problemas con muchas personas.
Las personas que padecen de estas iras buscan, por lo general, algún motivo de disculpa para aclarar que estas manifestaciones agresivas son provocadas por su temperamento colérico. Con esto, quieren expresar que ellos por naturaleza son personas acaloradas, apasionadas y que no se deben tomar demasiado en cuenta sus afectadas expansiones, que ellos nacieron así y que todos tenemos que soportarlos tal como son.
Estas explicaciones sirve de poco a las víctimas de estos ataque y son absolutamente inciertas. ¡Nadie nace así! Estas explicaciones representan una maniobra de autoengaño y las personas que generalmente están psíquicamente irritadas y desequilibradas, saben justificar su acción con las misma excusa.
La moderna investigación psicológica nos enseña que la ira no es una disposición, no es un hecho constitucional; es decir, uno no nace así.