Durante los recientes foros del cambio climático, hubo siempre una pregunta que le cuestionaban a los expertos y economistas sobre la duración de las reservas de combustible que hay en el mundo.
Según los entendidos en el año 2063, ni más ni menos, la última gota de aceite será drenada de un pozo petrolero en los Urales rusos, dejando al mundo paralizado ante la dependencia por más de un siglo y medio al crudo.
Será en esa fecha fatalista, dentro de 60 años, cuando el mundo despertará de golpe ante la obligación de encontrar una nueva fuente permanente de energía, de la cual ya no se dispondrá.
Las grandes transnacionales petroleras ya saben de este "deadline" o "ultimátum", pero se hacen de la vista gorda. Los productores de crudo igualmente conocen de este final apocalíptico y países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán, han comenzado a acelerar su industrialización, construyendo plantas atómicas para prepararse para lo peor.
¿Y América Latina? ¿Qué será de los panameños del 2063, cuando se acabe el crudo? De inmediato, la gente recordará cuando se rieron de los científicos y ecologistas que propusieron utilizar el bioetanol, los paneles solares, la energía eólica e incluso hasta "descabelladas", pero realistas, opciones que jamás pensaron siquiera utilizar.
Hace poco, publicamos lo que hace Escandinavia desde hace quince años, para poder brindar un servicio de transporte público no contaminante. Los suecos colocaron un derivado del jugo de uva, con alto nivel de alcohol, para que ciertos vehículos del transporte colectivo puedan trabajar.
Desde el 2004, la UE inició la conversión del vino como combustible ecológico. ¿Cómo? Sí, estimado lector. El vino que usted toma para embriagarse o disfrutar un buen rato de ocio, también puede ser la alternativa para mover su vehículo, ante el encarecimiento o posterior desaparición de los derivados del petróleo.
Si Brasil es el rey del bioetanol, si los árabes comienzan a construir plantas atómicas para producir electricidad cuando se les acabe el crudo, si los europeos llenan el Viejo Continente con millones de torres de viento, ¿Qué esperamos nosotros para prevenirnos del oscuro futuro?
Panamá tiene agua, vientos y sol para botar al aire. Pero es urgente que las autoridades empiecen a buscar alternativas energéticas para evitar que el Istmo quede paralizado dentro de varios años, ante el miedo y temor de desafiar a las grandes empresas que monopolizan el mercado petrolero y eléctrico.
