Enfadarnos es normal hasta cierto punto, todo dependerá las características de ese enojo. Periodicidad, motivos, formas, etc.. Si un amigo no te cumplió con el pago de cinco dólares que prometió hacerlo hoy, tu rostro reflejará un descontento que tal vez se te pasará, pero no hay que olvidar que somos seres humanos vulnerables y por tanto nos dejamos arrastrar por nuestras emociones; especialmente la ira.
Tal como lo señala Magaly Llaguno, autora de muchos temas al respecto, advierte que hay distintos tipos de ira. Por ejemplo, a veces la ira proviene del egoísmo o de las sospechas infundadas. En otros casos se trata de un tipo de ira que a veces contamina el espíritu y el intelecto por muchos años, y explota ante la más mínima provocación. A esto le llaman "ira desplazada", pues su verdadera causa a menudo permanece.
Dios nos dice que debemos deshacernos de nuestra ira, la cual es un gran obstáculo a nuestra santificación e inclusive a nuestras relaciones humanas:
"...Ahora en cambio, despójense de todo eso: cólera, arrebatos de ira, aversión, insultos y groserías, ¡fuera de su boca!" (Colosenses 3: 8) "Si se indignan, no lleguen a pecar, que la puesta del sol no les sorprenda en su enojo, no dejen ocasión al diablo." (Efesios 4: 26).
La palabra de Dios es clara. El ser humano puede estallar. Lo malo es volvernos unos locos por tonterías hasta llegar al punto de pecar u ofender a nuestro prójimo.
Si usted es de esas personas que llega enojado a su trabajo, permanece enojado y se va enojado entonces debe limpiarse la cara con una crema especial que, no sólo borrará el acné de su mejilla, sino que le regalará muchas sonrisas. Esa crema está hecha de proverbios, salmos y versículos de amor de la palabra de Dios. Para aplicarla, usted debe invocar el nombre del salvador del mundo: Jesucristo. Hágalo y la ira huirá de su vida.