Quienes vieron jugar a Rommel Fernández, cuentan que cuando él se elevaba, para rematar de cabeza, lo hacía como si estuviese subiendo una escalera.
Saltaba con tantas fuerzas y ganas que, una vez, en un medio de comunicación español, un periodista le preguntó algo así como: Cuando saltas... ¿quieres abrazar a Dios?En El Chorrillo y en el Instituto Nacional, escuela en la cual estudió, he escuchado muchas anécdotas sobre el jugador.
Desde los inconvenientes que tuvo con algunos profesores hasta el cómo, en una ocasión, le consiguió trabajo a un amigo.
El 6 de mayo de 1993, el pueblo panameño, incrédulo, recibió la nefasta noticia de que, en un lugar de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, había perdido la vida Rommel Fernández.
Tu gente, tu afición, de ambos lados del océano, te lloró y aún te llevan en el corazón. El pueblo, triste y compungido, asistió, resignado, al sepelio de uno de sus más grandes atletas.
Tu entrega, tu fútbol y tus goles... se agradecen, Rommel.