Los transportistas han vuelto a lanzar una nueva amenaza de paro. Ahora la petición es un incremento de 10 centésimos en la tarifa que les cobran a los usuarios. Quizás olvidan que precisamente para estos días se cumplen seis años del último incremento autorizado por el gobierno.
En abril del año 2001, hubo una reacción popular contra ese aumento. Ese año el pasaje en el área metropolitana pasó de 15 a 25 centésimos. Los dueños de autobuses alegaban entonces que desde hacía 22 años no se producía un incremento. Se les aprobó e hicieron un rosario de promesas. Poco han cumplido.
Los usuarios siguen padeciendo de un pésimo servicio. La flota de autobuses mantiene una edad promedio de 17.7 años. No se adquieren buses nuevos, sino vehículos de segunda que en Estados Unidos son utilizados para el transporte de escolares y aquí se les transforman en autobuses del servicio colectivo en los que muchas veces se les excede su capacidad.
El gobierno les aprueba el financiamiento de autobuses y al final los transportistas no pagan sus deudas y por doquier se ven los cementerios de las llamadas unidades "molde pan".
Es cierto que el diesel y la gasolina suben constantemente, pero ya la población no aguanta más aumentos con el mismo pésimo servicio, salvo algunas excepciones. Un incremento de 10 centésimos representaría ingresos adicionales para los dueños de autobuses por el orden de los B/.17 millones. Esa cifra sale de los pobres que son los que diariamente sufren el calvario de transportarse en autobuses en los que van como sardinas en lata.
El gobierno debe buscar otras alternativas ante los reclamos de los transportistas, porque ya la población no soporta un aumento más.