Se dice que el ser humano es la criatura más inteligente de la naturaleza. Pero, al encontrarse en un ambiente extremo y de sufrimiento, suele modificar su comportamiento: no razona, se vuelve extremista y piensa a corto plazo para sobrevivir en la selva de concreto.
Esto puede ser lo que ocurre con los latinoamericanos, en cuyos países impera la pobreza, el desempleo y la corrupción desmedida. Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre la democracia, lanza serias advertencias sobre la pérdida de confianza de los ciudadanos en el sistema democrático.
Con preocupación se advierte que la gente hasta aceptaría la vuelta de dictadores para poder tener algo de que comer al día siguiente, dejando en segundo plano la defensa de la democracia, los deberes y derechos civiles.
Las cifras lo dicen todo: un 41,9% de los entrevistados está de acuerdo con pagar el precio de un cierto grado de corrupción en sus gobiernos, "con tal de que las cosas funcionen". Igualmente datos recogidos durante el año 2002 muestran que un 54.7% de los encuestados preferiría un régimen autoritario a uno democrático.
Para colmos, la América Latina es la zona del mundo con la peor distribución de las riquezas. La mitad de la población vivn en la extrema pobreza, mientras que un reducido grupo controlan el poder económico regional.
Ante esta situación, las Naciones Unidas advierten que hay que frenar el avance de esta corriente negativa que abruma a los latinoamericanos. "La solución para los problemas de la región no reside en el regreso al autoritarismo sino en una democracia mejor consolidada", señaló Kofi Annan.