Cuando trabajamos mucho y no logramos tener nada se es pobre. Y en esta profesión de buscar lo imposible que es la fortuna, encontramos ocupadas las miradas de hombres y mujeres en los países que no han logrado todavía los niveles de crecimientos económicos, con una lacra incrustada en sus entrañas: la temible corrupción.
El que se lleva impunemente lo que no le pertenece es responsable de la miseria que vive el mundo en cualquiera de sus latitudes geográficas, a diferencia, que en algunas naciones son severamente castigados por las normas operantes, y en otras se pasean gallardamente ostentando impropiamente sus abultadas opulencias.
Pobre es el labrador inquilino de la tierra que trabaja allá en la selva inhóspita, como el que habita las desaliñadas barriadas de urgencias en las periferias de las bulliciosas ciudades, ambos presentan el mismo perfil, pobre son en esencia. La comida es el verdadero sacrificio de todos los días.
Jamás me he podido explicar el por qué en Panamá hay tanta pobreza con un Canal, área bancaria, Zona Libre, abanderamiento de naces en los primeros niveles, escudando todo este asunto la baja densidad demográfica actual.
Es penoso hablar de este enfadoso flagelo en nuestro país, pero apuntaré algunas causas de ponderancias: el juego vivo, los movimientos astutos de los monos gordos, el amiguismo, mala manipulación de las riquezas del Estado seguida de la corrupción infame. Todas ellas elevan la pobreza a situaciones de cuidado, denunciando el 40.5 por ciento nacional, esto a la luz de la razón es lamentable.
Este porcentaje se acerca a la mitad de los habitantes de todo el país, un 14.5 por ciento de pobreza general y 26.5 por ciento de pobreza extrema.
